Durante el encuentro entre Real Madrid y Málaga, resultado final 7-0, Mourinho estaba haciendo las rotaciones con sentido y rigor, guardando fuerzas y evitando riesgos al quitar a Xabi Alonso, el único capaz de llevar un mapamundi del campo en la cabeza. Economizando los excesos de Di María, que a veces parece más un mediofondista que un jugador. Estos cambios le dieron minutos a Adebayor y a Gago, éste último olvidado en el fondo del armario como un juguete sin pilas, aunque haber apostado por Pedro León no hubiera sido para nada descabellado.
Fue reconfortante ver calentar a Canales, mirar el reloj y observar que el chaval tendría media hora con el viento a favor. Por fin parecía que Mourinho iba a ser generoso, que no iba a ponerse a contar el dinero como el avaro señor Scrooge.
Con tres puntas en el campo -CR7, Benzema y Adebayor- lo lógico era retirar a Cristiano, proteger sus tobillos, oxigenarlo y no hacerlo jugar veintitantos minutos intrascendentes. Pues, no. Le tocó la china a Özil.
Cristiano se quedó en el campo e hizo tres goles para que se le bajara la calentura y el ansia. Goles inútiles, a mayor gloria del personaje porque el Pichichi, al Madrid, no le sirve de nada. A cambio, se llevó un golpe y tuvo que abandonar el verde, lesionado.
Aquel famoso proverbio dice, de tantas veces ir el cántaro a la fuente...
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