De esto hace ya varios meses y casi me cuesta acordarme.
Al volver de Italia, estaba convencido que sería insuperable la plenitud artística que uno siente al recorrer los canales de Venezia, la Piazza dell'Anfiteatro de Lucca o el majestual Duomo de Siena.
Pensaba que aquellos virtuosos de antaño, amantes de lo antiguo y del marmol, de costumbres espeluznantes y cincel marcado, serían siempre mi marco de referencia. Nada más lejos de la realidad, y menuda realidad.
La moda en los tiempos que corren, es el arte moderno. Ahora es lo que se lleva, es la moda de los modernos. A cualquier haz de soldadura, rostro desfigurado o vómito enmarcado, ya se entiende como arte.
Tal y como decía nuestro querido Antonio Machado, 'pena con pena, y pena desayuno', y en estos tiempos que corren, de más pena que gloria gozan.
Quizá no tenga uno cuan ojo clínico para distinguir entre caliente hez y lo moderno, quizá sea un enamorado del Prado, Thyseen y Louvre, quizá y sólo quizá sea más de las exuberantes y magestuosas obras de escultura de la Galleria dell'Accademia, quizá sea un escéptico.
Sin embargo, un tomellosero de padres labradores y amante de los membrillos, afable por sus raices manchegas, me hizo estremecer en mi última visita al Thyseen de Madriz.
Algunos lo tachan de realista, otros de hiperrealista; pero para mí es 'simplemente un artista'.
Mi admirado Giambologna o Donatello, deberían echarse a temblar.
Su pintura es tan detallada como espeluznante. Su virtuosidad está presente bien en sus paisajes de Madriz, bien en sus sucios cuartos de baño.
La luz para muchos es un problema a solucionar, para otros su segundo pincel.
@cotrinatrujillo
@cotrinatrujillo
Estaba hablando de D. Antonio López García.
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